'Alguien tiene que morir': sorprendentemente decente pero insatisfactoria

La nueva miniserie del realizador mexicano favorito de Netflix, Manolo Caro, se anunció el año pasado justo cuando finalizaba su popular serie La casa de las flores. Las imágenes promocionales provocaron indignación en redes sociales—¿odio exagerado en internet? ¡qué raro!—, debido al elenco mayormente de piel clara, lo que "confirmaba" ante los ojos de los cibernautas que Caro era un racista y clasista. Sumando a eso la personalidad de Caro, que es percibida como muy soberbia, había muchas personas dispuestas a odiar el nuevo producto sin haberlo visto antes. Un año después de la controversia y ya que he visto los únicos tres capítulos de Alguien tiene que morir, puedo decir que es buena, pero poco satisfactoria, y que la controversia estaba algo sobredimensionada en este caso particular.

La serie se ubica en España de la década de los 50 durante la dictadura militar de Franco y presenta a los Falcón, una familia de clase alta que debe guardar las apariencias y evitar que se conozcan sus oscuros secretos, entre ellos asesinato y represión sexual. Por esta descripción parece que estamos ante una nueva Casa de las flores, y aunque temáticamente sí son similares, la nueva miniserie elimina la comedia y el camp por completo, lo cual sí es muy arriesgado para el realizador que bien pudo haberse quedado en su zona de confort; por algunos momentos parece incluso que estamos viendo un The Handmaid's Tale español.

Alguien tiene que morir Netflix

Lo bueno

Caro y su equipo hacen de nuevo una pieza de época (como en la tercera temporada de Las flores); las locaciones, vestuarios, música y toda la dirección artística en general recrean convincentemente el contexto histórico, al menos para un espectador mexicano promedio. La dirección y fotografía también son muy buenos en general, se nota el cuidado y esfuerzo del equipo por hacer un producto bello, que a su vez no descuida el aspecto emocional. El sentimiento de estar bajo un ambiente político de tensión y represión está perfectamente logrado gracias a los tonos fríos y música dramática de cuerdas.

La trama comienza cuando Gabino Falcón (Alejandro Speitzer) regresa a España después de vivir en México por una larga temporada. Lo alarmante para su familia es que viene acompañado de un bailarín mexicano llamado Lázaro, lo cual dificultará la realización del matrimonio forzado que tienen planeado para el hijo de la familia. Sí, estamos ante un conflicto de rechazo social hacia la homosexualidad, un tema tal vez ya muy visto, pero siempre es válido cuando está bien contado. Los demás miembros de la casa Falcón tienen sus propios problemas relacionados con la disidencia política, el crimen y la corrupción. Todos los personajes me parece que están muy bien definidos, con motivaciones claras y cierta tridimensionalidad que los vuelve muy interesantes de observar. Mi favorito sería Carlos Cuevas como Alonso, amigo de la infancia de Gabino que tiene un excelente y natural arco de redención.

Cecilia Suárez, con un inicialmente peculiar acento español, también destaca por su cautivadora interpretación de Mina, la madre de Gabino, quien debe lidiar tanto con su esposo abusivo, suegra despiadada y los problemas de simpatizar con enemigos del gobierno. Cuando tiene un amorío prohibido no podemos más que pensar "you deserve it, girl"

Lo malo

La controversia clasi-racista me parece que fue innecesaria para una historia que ocurre en Europa a mediados del siglo pasado, pero eso no significa que ATQM no tenga sus fallas; las tiene y algunas son tan graves que me hacen dudar sobre qué tan recomendable es la miniserie. La más importante de todas es la conclusión, o más bien la falta de. Con tan solo tres capítulo de ~50 minutos cada uno, el tiempo está sumamente limitado, pero el ritmo que se maneja es como el de una serie de duración regular, esforzándose en presentar muchos personaje y desarrollar a cada uno a pesar de la importancia de su papel en la trama principal. ¿Era tan necesario el subplot de la empleada doméstica?

También de vez en cuando hay unas tomas super estilizadas que parecen como photoshoot o video musical que, aunque están bonitas, me parecen muy fuera de lugar, sobre todo cuando el tono general es muy serio. Para el poco tiempo disponible que hay resultan completamente innecesarias. En general me creo que Caro se vio muy ambicioso y no sé si por el presupuesto o algún problema de producción tuvieron que recortar la cantidad de episodios.

El tercer y último capítulo acaba tan abruptamente que parece cliffhanger y si ya no van a producir más episodios, te hace sentir que has perdido tu tiempo. Realmente no hay una conclusión como tal para los personajes principales, ni siquiera un pequeño epílogo que sugiera el destino de quienes que quedaron vivos. Después de lo que ocurre en los últimos minutos, todos están envueltos en extremadamente  serios problemas de los cuales nunca sabremos su resolución. Igualmente, las secuelas emocionales por la tragedia final quedan a la imaginación del espectador; el excelente planteamiento de todas las historias queda truncado. El sentimiento que me dejó es similar al sexo casual donde al terminar te das cuenta que no quedaste satisfecho y te empiezas a preguntar si realmente valió la pena.

Hablando de sexo gay, para ser Manolo Caro, quien ya se había mostrado desinhibido en su anterior serie, ahora se muestra muy reservado en mostrar homoerotismo. Esto no necesariamente es algo "malo", pero me llama la atención por la elección de Alejandro Speitzer como personaje principal, quien da una actuación de hueva; parece trabado en la misma expresión de sufrimiento embotellado y un tono de voz sumamente monótono. En otras series en las que ha aparecido Speitzer al menos utilizan su atractivo físico como eye candy para compensar sus habilidades como actor (en El club y Oscuro deseo lo muestran desnudo a la menor provocación). Aquí, al lado de excelentes actores de mayor talento desentona bastante. Tampoco ayuda que la mayoría de sus escenas son con Isaac Hernández, quien despliega un similar rango limitado de emociones, pero a él se le perdona por ser su primer trabajo actoral y por sus habilidades de baile que sí se muestran y aprovechan en pantalla.

Entonces... ¿vale la pena verla?

Con una duración de menos de tres horas, el tiempo perdido no es demasiado; así que si eres fan del trabajo anterior de Caro o te gusta conocer las producciones queer hechas por mexicanos, puede que disfrutes la miniserie. Para quien busque una historia bien desarrollada, con un compromiso por sus temas y personajes, no la recomendaría tanto. En mi opinión esto debió ser una película enfocada en un protagonista, recortando subtramas y agregando un cacho extra de historia al final. Lo que sí debo aplaudir es la ambición de la producción por hacer un proyecto hasta cierto punto arriesgado, que no se vale del humor característico del creador para que funcione. Para el siguiente proyecto de Caro iré con una mejor disposición, ya que ATQM demuestra que tiene mayor potencial del que el hate de las redes sociales hace pensar.

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